El gran acierto de Ferrero fue no encorsetar a Alcaraz: "Le han permitido ser creativo"
La diversidad de golpes del jugador murciano es innata, pero no haberse centrado solo en unos pocos es lo que le hace especial.

Londres.- Se entiende como creatividad a la capacidad de generar patrones originales, novedosos y con valor. Es un concepto algo abstracto y por lo tanto también algo voluble. Es difícil de definir pero, como ocurre con otros términos como el carisma, quien lo conoce lo sabe.
La creatividad tiene, en principio, un rasgo de prestigio. Se aplaude, se debería fomentar, se considera algo que es positivo y atrayente. Hay en facetas de la sociedad, como la cultura o el arte, donde es incluso el epicentro de todo. Creatividad o muerte, aunque en realidad este sea un concepto también más moderno de lo que parece y es solo en el Romanticismo cuando de verdad la originalidad y el genio empezaron a tomarse como algo a venerar.
En el deporte, sin embargo, las cosas no están tan claras. Hay disciplinas en las que sí, es elogiada y forma parte del corazón de la actividad, pero en muchos otros lo creativo se ve con sospecha. Porque, además, el deporte implica normas, reglas y compromiso, y eso en sí mismo tiene una convivencia complicada con esto que estamos hablando.
Vayámonos a Londres, al tenis, a Carlos Alcaraz. En las conversaciones de pasillo uno de los conceptos más repetidos es "el plan de partido". Los entrenadores les dicen a sus pupilos cómo es el rival y qué tiene que hacer para superarle. Antes de eso, mucho antes, cuando toca el desarrollo del propio tenista, una de las cuestiones más repetidas es el patrón de juego.
Si un tenista tiene una buena derecha, un porcentaje muy elevado de los entrenadores le van a pedir que haga todo lo posible para que sea ese golpe el que más juega en el partido. Los grandes sacadores terminan en muchos casos convertidos en tremendos especialistas, porque es demasiada ventaja la que se saca con eso como para no hacerla el centro de la propia actividad.
Juan Carlos Ferrero y Carlos Alcaraz, entrenador y tenista, han transitado por un camino muy distinto, también porque cuando empezaron a trabajar juntos se encontraron con un diamante en bruto que no tenía carencias claras que esconder. Si tienes en tu mochila todas las cartas posibles, ¿por qué dar preferencia a unas sobre otras?
Esta anomalía, la de un chico al que se le pide que no estreche la mirada, sino que haga lo posible por extenderla, la explica Mico Margets, que durante años fue entrenador del equipo de Fed Cup y está vinculado a la Federación Española de Tenis. Lo primero, una premisa inicial: "Al final estamos hablando de un talento innato que ha nacido con este don. Evidentemente, se ha hecho mucho trabajo y creo que la derecha la ha tenido siempre. El saque lo ha mejorado y el revés lo ha perfeccionado, pero siempre en un jugador completísimo", cuenta.
Moldear un mármol de Carrara y hacerlo sin limitarse. "Si algo destacaría es que le han permitido ser creativo. Le han ayudado a ordenarse, le han ayudado con la paciencia, pero no le han coartado en su creatividad", explica Margets.
"Para mí eso es imprescindible en un jugador como Carlos, hay que verlo disfrutar para que pueda sacar todo el tenis que lleva dentro, encorsetarlo sería perder parte de su potencial", explica Margets, que además de entrenador tiene una larga carrera como formador de tenistas.

El origen de todo
Uno de los comentarios más repetidos por los expertos cuando hablan sobre Alcaraz gira alrededor de su alegría. Es, dicen, una seña de identidad, es el chico que sonríe en los puntos que pierde porque se lo está pasando bien, esa personalidad tenística risueña tiene relación con todo esto. A Alcaraz le han pedido que no se preocupe, que no se tense, que se exprese con naturalidad porque por ese camino las cosas terminarán cuadrando.
Hay otra consecuencia de todo esto y es que cuando se te permite salirte de los carriles es mucho más probable que tu juego sea ofensivo. Ocurre también en el fútbol, la defensa es mucho más fácil de trabajar, ser reactivo ofrece esa posibilidad y la importancia de la táctica y el entrenador es mayor. La táctica, la idea preconcebida, es en buena medida lo contrario a todo esto.
Todo parece de color de rosas, pero la realidad a veces es más dura. Confiar en el genio es confiar en el talento, esperar que la inspiración no se apague y sea capaz de encontrar las soluciones correctas con las pulsaciones disparadas y en todo momento. Ahí llegan las lagunas.
Lagunas menores, a decir del experto: "Es verdad que se ha dicho que se precipitaba, pero eso son pecados de juventud que la misma experiencia te va asentando. Creo que en Roland Garros se le ha visto mucho más maduro que quizá en el año anterior. Yo creo que esos defectos que para mí no lo son, al final se liman con el tiempo y la competición".
A todo esto, todo lo contado representa al Alcaraz de hoy, el diamante en bruto acompañado por Ferrero para hacerlo lo más puro posible, pero quizá parte de esa creatividad del tenista tenga sus orígenes antes de que llegase a Villena, cuando solo era un niño que solo se interesaba por el tenis.
"Me sale de forma natural. Yo de pequeño no tenía fuera, no tenía grandes tiros, pero sí mucha variedad, por eso destacaba. Con 10, 11 o 12 años destacaba un poco por la manera en la que jugaba, podía hacer saque y red ya con esa edad, golpear globos su subía a la red, hacer dejadas...".
Estaba todo ahí, y por eso quizá no es replicable. La tarea era difícil pero muy agradecida: dejarle ser él mismo.