WIMBLEDON

Jasmine Paolini se mete en la final entre las lágrimas de Donna Vekic

La italiana supo jugar sus armas y logró aprovecharse de un momento muy bajo de su rival, que rompió a llorar al ver cómo se le iba el partido.

Jessica Paolini mira su raqueta en un momento del partido./REUTERS
Jessica Paolini mira su raqueta en un momento del partido. REUTERS
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Londres.- Llora Donna Vekic en el banquillo, desconsolada, incapaz de entender qué le está pasando. Llora porque se ve fuera de la final de Wimbledon cuando la tenía hecha. Llora porque sacaba con 4-3 a favor en el tercer set y fue incapaz de hacer un solo punto. Todos alrededor piensan que está terminada, que el sueño se ha esfumado. Es una deportista rota, pero no una que se rinde.

Increíblemente es capaz de volver, de competir, de ponerle las cosas difíciles a Paolini. Empuja el partido hasta el tie-break, es ahí cuando todo el trabajo realizado hasta ese momento se decide. En uno, dos o tres puntos. La italiana se ha visto muerta y ahora vuelve, Vekic intenta retornar pero ya es demasiado tarde. Se impone Paolini por 2-6, 6-4 y 7-6. La mejor opción de su vida de meterse en la final de un grande acaba de irse por el desagüe.

Paolini juega mejor en los momentos decisivos, tratando de ser consistente, de pelear todas las bolas y de esperar que el latigazo de la croata no llegue o se vaya fuera. Durante casi todo el partido esa es la dinámica, una jugadora resistente y corretona contra otra que es capaz de soltar el brazo y acabar los puntos.

Se podría pensar que lo normal en hierba es que sea la que golpea la que mejor porvenir tiene, pero es que Paolini se mueve muy muy bien y tiene una mentalidad de campeona. Es capaz de no desesperarse con los puntos y aprovecha sus oportunidades. Cuando ve que Vekic se hunde ella no da nada por sentado, simplemente se mantiene en su plan de partido, en meter primeros, sacar lo mejor posible -no es fácil cuando eres una jugadora realmente posible- y entender el tenis como un acto de resistencia.

Las estadísticas son a veces muy evidentes, Vekic hizo 42 golpes ganadores por 26 de Paolini, pero a cambio también cometió 57 errores no forzados, una cifra disparatada para una semifinal de Grand Slam, una sentencia de muerte para cualquier jugadora que intente llegar a lo más alto.

Jasmine Paolini viene de una final en Roland Garros y ahora por lo menos iguala participación en Wimbledon. La sucesión de resultados la define: es consistente, es versátil, es muy buena. Extraña ver a una jugadora no muy grande con esa capacidad para avanzar en hierba, pero es evidente que la vista a veces engaña en estas cosas. Porque se puede sobrevivir en Wimbledon sin ser una pegadora, solo hay que saber cómo. Paolini tiene la receta.

"Yo solo me repetía a mí misma, hay que luchar cada bola, mejorar un poquito. Me acordaré para siempre de este partido", explicaba tras el último punto. Gestionar las emociones disparadas, ser capaz de mandar a la cancha de tu rival todas las pelotas que te caen en la tuya, no es la táctica habitual. Pero cuando se hace bien y se es capaz de obligar a la rival a tomar todos los riesgos, termina funcionando.