VELA

Cabo de Hornos: el Everest de la navegación

La flota de The Ocean Race dobla el mítico cabo antes de poner rumbo norte hacia la meta de la tercera etapa, en Itajaí (Brasil).

El Cabo de Hornos, desde el islote que le da nombre. /RELEVO/NACHO GÓMEZ
El Cabo de Hornos, desde el islote que le da nombre. RELEVO/NACHO GÓMEZ
Nacho Gómez

Nacho Gómez

El Cabo de Hornos es el lugar más legendario del mundo para todos los amantes de la navegación. Conseguir doblarlo en un velero es uno de los logros con los que sueña todo navegante dada la enorme dificultad que tiene su paso. La flota de The Ocean Race está pasando en este momentos por sus aguas en la fase final de la gigantesca tercera etapa de su ruta, antes de poner la proa hacia el norte y enfilar la meta en Itajaí (Brasil).

Pero, ¿qué tiene este pedazo de tierra para ser considerado como el Everest de la navegación a vela? En primer lugar, una ubicación muy al sur, pegada casi a los hielos de la Antártida, concretamente en los 55 grados de latitud sur (la convergencia antártica suele empezar en los 57º, y si un grado de latitud equivale a unos 111 kilómetros, es fácil sacar la cuenta de lo cerquita que están). Esta localización hace que los vientos que vienen desde el oeste no tengan ningún obstáculo para darle la vuelta al mundo sin que nada les frene, con lo que alcanzan velocidades superiores a los 40 nudos y generan olas de más de 6 metros con facilidad, de ahí que se les conozca como los 50 Aullantes.

El Cabo de Hornos está en un islote que lleva su nombre y que marca el extremo sur del continente americano, en tierras de Chile. El nombre se lo pusieron unos navegantes holandeses, Jacob Le Maire y Jan Schouten, que en 1616 fueron los primeros en avistarlo oficialmente y que le bautizaron como Kaap Hoorn en homenaje a su tierra de origen, la provincia holandesa de Hoorn.

Con respecto a su descubrimiento, hay mil teorías que nunca llegaron a probarse. De hecho, el primer navegante con el que se le relacionó fue el español Francisco de Hoces, aunque posteriormente se ha demostrado que es imposible que llegara a avistarlo, como tampoco lo hizo el famoso inglés Francis Drake. Ambos navegaron por aquella zona, pero sin llegar al mítico cabo, aunque su disputa naval llega hasta hoy con la denominación del estrecho que separa América de la Antártida: los españoles lo reivindicamos como Mar de Hoces y los anglófilos como Estrecho de Drake.

Con respecto a esta zona, hay otro hecho curioso: la corona española, cuando tuvo conocimiento del descubrimiento de los holandés, mandó a otra expedición a inspeccionar la zona y descubrieron que entre Cabo de Hornos y la Antártida había otra isla habitable, a la que se le dio el nombre de Diego Ramírez en homenaje al cosmógrafo de la expedición.

El islote de Diego Ramírez.  RELEVO/NACHO GÓMEZ
El islote de Diego Ramírez. RELEVO/NACHO GÓMEZ

La jurisdicción de la zona también ha traído mucha controversia. De hecho, la Armada chilena hace un constante esfuerzo de reivindicación del Cabo como patrimonio del país, ya que mucha gente aún piensa que pertenece a Argentina. Hace unos años tuve la suerte de navegar por la zona en un buque de la Armada chilena y volar en helicóptero hasta el islote de Hornos, donde hay únicamente una familia viviendo: la del farero que se encarga de vigilar y asistir a los barcos que navegan por la zona. También llegamos hasta Diego Ramírez, donde el único militar que vive en la isla tiene el curioso honor de ser siempre el último clasificado en los exámenes de la Armada, por lo que le toca irse al destino más duro del cuerpo, ubicado a menos de 100 kilómetros de los hielos polares.

Antes de que la ingeniería humana hiciese posible el canal de Panamá, todos los barcos dedicados al comercio tenían que pasar por Hornos como ruta obligada; desde que se abrió el canal, únicamente pasan por allí los vueltamundistas, sean regatistas o cruceristas de placer. De hecho, el logro de doblar el Cabo de Hornos ha hecho que los patrones que lo consiguen se unan en la International Association of Capehorners.

En este punto volvemos al deporte, y es que Cabo de Hornos siempre ha sido uno de los puntos míticos para The Ocean Race. En la pasada edición, por ejemplo, el MAPFRE español rompió la mayor cuando estaba a punto de doblar el Cabo y tuvo que entrar buscando un abrigo para hacer la reparación y seguir en regata, en un operativo que aún se recuerda por su espectacular despliegue.

En la presente edición, la dureza de las condiciones justo antes de llegar al cabo han acabado incluso con una impactante lesión de Rosalin Kuiper, regatista del Team Malizia, que fue arrojada de la litera en la que estaba descansando en su guardia y se abrió la cabeza, aunque se ha podido recuperar y está estable.

Rosalin Kuiper, tras su espectacular golpe.  TEAM MALIZIA
Rosalin Kuiper, tras su espectacular golpe. TEAM MALIZIA

Precisamente el Malizia va a ser el primer equipo en doblar el Cabo de Hornos antes de coger rumbo norte, seguido a unas 20 millas por el Holcim-PRB y a poco más de 200 millas por el Biotherm y el 11th Hour Racing. Les queda toda la subida del Atlántico para llegar a la costa brasileña y ponerle fin a la etapa más larga y dura de la historia de The Ocean Race.