REAL MADRID

La enseñanza del manicomio del Bernabéu que mata la épica

Los blancos igualaron su partido con más centros de la era Ancelotti.

Vinicius intenta marcharse de Saliba en el Bernabéu./AFP
Vinicius intenta marcharse de Saliba en el Bernabéu. AFP
Albert Blaya

Albert Blaya

Una vez abiertas las puertas del manicomio todo el mundo lo entendió. Como en Shutter Island, la película de Scorsese en la que se hace creer a un paciente que es policia para hacerle ver su locura, el Bernabéu hizo ver que aquello era posible a pesar de las incontestables señales que su equipo había dejado durante meses. Durante una semana la palabra remontada resonó hasta la extenuación, se habló tanto de actitud y de posibles onces que se olvidó lo esencial, que es el juego, y una vez se descubrió el engaño y que la gente creía por conveniencia y no por convicción, el Arsenal hizo un partido que podía haber hecho en cualquier jornada de Premier League. Le bastó un partido correcto para ganar en el Bernabéu.

Los de Ancelotti han llegado a abril sin identidad. A estas alturas de la temporada es imposible pedirle nada que no se haya enseñado, esperar un truco final por el error de creer que de tanta magia negra repetida en ese estadio el fútbol es esto. Y no lo es. Ante el Arsenal, la mejor defensa de la competición, el Real Madrid igualó el mayor número de centros de la etapa de Ancelotti (38) igualando aquella noche ante el Sheriff donde el equipo también cayó. Centrar tanto en un equipo que tiene delanteros de desborde y descaro suele ser la peor de las señales. El plan era que no había plan. Trust your stars.

Carlo buscó situar a sus dos mejores centradores disponibles desde el lateral juntos (Alaba y Lucas) a pesar de que son pésimos defensores y que abren puertas constantemente, y con Fede y Tchouaméni en la base renunció a imprimir sentido al juego a cambio de amenaza en el golpeo desde media y larga distancia (solo un disparo cada uno) y un físico que compensase el roto de la ida. Con esto, el Arsenal se defendió junto y bajo, sin jugadas heroicas ni necesidad de exprimirse demasiado, le bastó con moverse de forma acompasada, casi maquinal, y esperar una precipitación que llegaba siempre, a todas horas, para robar, correr y atizar los nervios del Real Madrid.

Vinícius se irá por primera vez en toda su carrera sin un regate completado en una eliminatoria de Champions League. El dato es demoledor y apunta directamente al astro brasileño, otrora puntal en Champions y reducido a una imagen vaga en esta edición. Ante el Atlético en la ida firmó un regate y ante el Arsenal no hizo ninguno, algo que solo había sucedido ante el City el pasado curso en la ida y en 2023 en la vuelta. Impotencia al cuadrado. Es tan cierto señalar la incapacidad de Carlo para construir relaciones y sinergias como las dificultades que este ha encontrado en una plantilla poco compensada, sin ritmistas que den sentido a posesiones monótonas y con estrellas que han chocado siempre con la misma piedra.

Porque Mbappé, por quien el Real Madrid perdió la cabeza durante años, ha estado lejos de ser la individualidad que redoblase el peligro y en vez de dar ese salto ansiado a lo inalcanzable, a un estado reservado solo para la unión de Mbappé y el Real Madrid, los blancos han entrado en un estado de duda chocante. A Kylian nunca se le podrá medir por sus goles. Nunca. Los meterá a churros siempre. A Mbappé habrá que medirle y exigirle acorde a lo que era hace no tanto: el mejor futbolista del planeta.En octavos y cuartos de final, prórroga mediante, el francés ha disparado... 6 veces en total. Cristiano Ronaldo el día que cayó ante el Dortmund en 2013 lo hizo 6 veces a pesar de no marcar. Mbappé nunca puede ser invisible pues su físico debería valer para condicionar una defensa entera, y más en escenarios de remontada para tensar, apretar y aterrorizar. Y nunca fue así.

Endrick tuvo más presencia en área rival (5 toques) que Mbappé (4). Vinícius solo dio 7 pases en el último tercio (47% de acierto). Datos que reflejan que nunca se pudo generar el escenario para la remontada, pues el 9 no amenazaba y el foco constante de recepciones abiertas no conectaba con los demás. Y con Bellingham siendo más un llegador que un conector (¿Quién conecta al que tendría que hacerlo?) los blancos se sumergieron en un fútbol vintage, de centro, apretón y barro en el que sus jugadores no tienen ni los recursos ni, sobre todo, la fe para obrar el milagro. La única verdad que el Real descubrió anoche no fue otra que la que el manicomio destapó: el milagro no era que el equipo ganase, era que el equipo descubriese qué era y podía ser.