ASCENSO A PRIMERA | SPORTING - ESPANYOL

La mareona se convirtió en tsunami en el recibimiento al Sporting de Gijón

Espectacular acogida de la afición rojiblanca a sus jugadores en la previa del partido antes el Espanyol.

Imagen aérea del recibimiento del autobús del Sporting./@RealSporting
Imagen aérea del recibimiento del autobús del Sporting. @RealSporting
Marc Mosull

Marc Mosull

Gijón.- Vibras de noche especial en Gijón. Desde primera hora de la mañana, muchísimas camisetas del Sporting por toda la ciudad. Tras un sábado de perros, ha vuelto a salir el sol en la ciudad, así que las terrazas se han teñido de rojiblanco. Comercios, bares y restaurantes también lucían orgullosos los colores de un club histórico que este fin de semana puede poner la primera piedra en su regreso a Primera División.

Momento en el que la afición del Sporting recibe al autobús de su equipo.MARC MOSULL

Como Oviedo, Gijón es una ciudad que vive por y para su equipo de fútbol. Se siente en cada esquina, todavía más en un día como hoy. Después de la hora de comer arrancó el peregrinaje de los aficionados hacia El Molinón, el estadio más antiguo de España, cuyos aledaños ya estaban a rebosar de gente a falta de tres horas del comienzo del partido ante el Espanyol. También un puñado de seguidores blanquiazules se entremezclaron entre el rojo y blanco que domina la mitad de Asturias.

Si el recibimiento de ayer al autobús del Oviedo en la previa de su partido de ida del playoff ante el Eibar fue espectacular, el del Sporting de Gijón no se ha quedado atrás. A las 19:00, centenares, mejor dicho, miles de sportinguistas ya esperaban la llegada del vehículo, buena parte de ellos con una bengala en mano. Y una cerveza en la otra. Se nota que tienen experiencia en ello, pues más de uno llevaba pasamontañas para evitar inhalar el humo.

Aficionados del Sporting antes del partido de ida de la primera eliminatoria de ascenso a Primera. EFE
Aficionados del Sporting antes del partido de ida de la primera eliminatoria de ascenso a Primera. EFE

Se formó un pasillo de varios centenares de metros entre los aficionados, a lado y lado de la carretera, que debía llevar al autobús hasta la misma puerta de El Molinón, en el fondo norte. Nadie se lo quiso perder y a medida que se acercaba la hora prevista, a eso de los 19:20, los aficionados salieron del bar para formar cual ejército para dar la bienvenida a sus futbolistas, al grito de "¡Volveremos a Primera!".

Cuando sonaron las sirenas de policía, se supo que estaba llegando el vehículo. Y entonces, de forma progresiva, se fueron encendiendo una a una las bengalas, más de un centenar, repartidas estratégicamente a lado y lado de carretera. Y llegó la locura. La mareona se convirtió en tsunami.

Por minutos, cuando pasaba el autobús, no hubo ningún tipo de visibilidad y el humo de las bengalas tiñó la tarde de rojo. Y los aficionados, enajenados de emoción, se abalanzaron contra el autobús y lo golpearon hasta que ya no les sobrepasó.

Como si de una txaranga se tratara, los seguidores siguieron cantando detrás del autobús hasta que el vehículo entró en El Molinón y la fiesta se trasladó a la esquina del fondo norte, donde siguieron cantando y bebiendo hasta que cada, a partir de la hora previa del inicio, cada uno se fue a su respectiva localidad.