FÚTBOL

Luque, el otro español "semidios" con el número retirado... ¡en Hungría!

El Diosgyori VTK húngaro prohibió el '77' durante 10 años para rendir homenaje a un jugador que llegó a prueba, de forma improvisada y sin conocer ni al club ni el idioma.

Luque, en un partido con el Málaga./GETTY
Luque, en un partido con el Málaga. GETTY
Jonás Pérez

Jonás Pérez

El '77' de José Juan Luque no pudo vestirse en el Diosgyori húngaro durante diez años (2013-2023). ¿Y?, ¿de qué estamos hablando? Considera el exbase de los Utah Jazz Raúl López, y con razón, que España no está valorando lo suficiente que la camiseta de Pau Gasol cuelgue en lo alto del pabellón de Los Ángeles Lakers, una de las mejores (si no la mejor) franquicias de la historia de la NBA. El natural de Sant Boi se encuentra ya entre los dioses del deporte, ubicado en la zona reservada para mitos como Kobe Bryant, Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar. La pregunta que se hará Raúl y que aún no hemos logrado intuir respuesta es: "¿Por qué no lo valoramos como merece?".

Es difícil encontrar una explicación a que el gran Pau no abra telediarios de carácter generalista y sea portada de cada periódico de tirada nacional, deportivo o no deportivo. Es posible, quizás, que nos ciegue la tradición futbolera y que esto de retirar dorsales no nos resulte del todo familiar. La Federación y LaLiga impiden que esto sea posible, ya que los futbolistas de la élite deben portar los números del 1 al 25. Por ello, si un club decidiera no permitir un dorsal, no podría llenar su plantilla de futbolistas profesionales. Por ejemplo, el Sevilla retiró el 16 de Antonio Puerta, pero ahora las circunstancias llevan a su amigo Jesús Navas a lucirlo en la camiseta. Ningún bético puede portar el 26 de Miki Roqué, retirado a título póstumo. En este caso, al jugar con dorsal del filial sí es posible que ningún otro compañero pueda llevarlo.

En la actualidad, solo otro español tiene el dorsal retirado y es el único que no lo ha logrado a título póstumo. Él es José Juan Luque, con un sinfín de experiencias en el fútbol español: Sevilla, Atlético de Madrid, Real Murcia, Albacete Balompié, Málaga… Sin embargo, que su dorsal pase a la posteridad y se convierta en un número sagrado para club y afición es algo que no logró hasta que se enroló en una aventura de lo más aventurada, valga la redundancia.

Tras participar en las Sesiones AFE, un club de Segunda División húngara llamó a su puerta y le ofreció estar una semana a prueba. Parecía un delirio. Con 33 años y tras toda una carrera en España, viajar hasta Hungría tan solo para buscar una oportunidad en unos días de entrenamiento y sin conocer ni el idioma ni la cultura… Pero Luque se lanzó, lo vio como una opción de seguir disfrutando del fútbol.

El primer día, tal y como ha desvelado en varias ocasiones, fue una auténtica pesadilla. Le dejaron en una pensión, a las cuatro de la tarde se hizo de noche y las calles vivían un temporal de nieve, que acumulaba cerca de un metro de profundidad. En ese momento se preguntó qué es lo que le había llevado a Hungría, a enrolarse en las filas del Diosgyori VTK (también conocido como DVTK). Al día siguiente, salió el sol al conocer a Vicente Arze, un boliviano que sí tenía altos conocimientos del inglés y que le ayudó a adaptarse con los demás y en la ciudad.

El lenguaje universal

Del trauma inicial a que el club retirara su dorsal 77 durante diez años. Parece un cuento de hadas, algo impensable. Cabe valorar que además de lo futbolístico, Luque no conocía ni el club, ni la afición, ni la cultura, ni el idioma. Y que, para colmo, solo estuvo en el DVTK de 2010 a 2011. Añadimos más ingredientes a esta receta digna de los mejores chefs del planeta: el Diosgyori era un club histórico húngaro, que en el pasado había participado en competiciones europeas y había ganado dos Copas.

Y José Juan Luque es el único futbolista en la historia de la entidad que cuenta con el dorsal retirado. Ni siquiera los protagonistas de aquellas gestas en forma de trofeos llevaron al DVTK a colgar su camiseta en lo alto del estadio, tal y como los Lakers han homenajeado a Pau Gasol en la madrugada del martes 7 de marzo.

Luque era un futbolista pasional, que conectaba con los seguidores desde la valentía y el coraje. No hablaban el mismo idioma, pero no hay mayor lenguaje universal que un beso, un abrazo, un aplauso o una celebración de un gol. Así, José Juan fue proclamado como capitán del equipo en cuestión de seis meses, algo que ni él mismo sospechaba, ni se imaginaba. Años después, así definía a la entidad: "Corazón, pasión y familia".

En una entrevista al club, Luque reconoce que dudó en si aceptarlo, consciente de la responsabilidad que conllevaba portarlo y su enorme distancia cultural con la hinchada, a la que apenas conocía de hace unos meses y con la que apenas se podía comunicar más allá de lo gestual.

Pero la grada estaba entregada a su carisma e incluso aprendieron palabras en castellano para reconocerlo. Y viceversa. Finalmente, Luque asumió la capitanía y siguió mostrando esa conexión con la hinchada, de la que no se puede explicar con el lenguaje. Ni falta que hace. Esa temporada, el Diosgyori VTK logró el ascenso a la élite, con el atacante como mejor jugador y máximo goleador del equipo. José Juan se caracterizaba por su fantástico golpeo de larga distancia y el balón parado. Los aficionados se alteraban con una falta lejana, aunque estuviera a 40 metros del arco. Consiguió que su disparo fuera una tradición, que se viviera en el campo como el despertar de los poderes de un superhéroe.

“Un semidios”

Las lesiones hicieron mella a Luque de cara a su segunda temporada en el fútbol húngaro. Ya consagrado como un referente para su afición, los problemas físicos le llevaron a jugar con dolor y a forzar por vivir sus últimas experiencias en el deporte rey. Él mismo comenzó a ver cómo ese proceso le acercaba a la retirada, observando también cómo su experiencia en el DVTK estaba siendo satisfactoria, a la par que le alejaba de su familia.

Tras la gran experiencia con Luque en su temporada inicial, el Diosgyori fichó en verano a otros dos españoles: Paco Gallardo y Fernando Fernández. Ninguno logró el impacto que tuvo su compañero, aunque también fueron recibidos como héroes."Que se convirtieran en semidioses en poco tiempo en Miskolc no es una exageración", relataba un diario local. Se puede decir que el amor era mutuo, tal y como contó Luque en una entrevista al club: "Siempre estaré agradecido con los aficionados por el amor indescriptible que recibí. Les digo lo mismo que les he dicho muchas veces antes: ama a tu club como a tu propio hijo, respétalo como a tu padre y nunca lo olvides como a tu abuelo".

Efectivamente, en ese grupo de "semidioses" destacaba Luque, un icono para un equipo de Segunda División húngara (para entonces), que le abrió las puertas de par en par tras participar en las Sesiones AFE. Él, tal y como se puede observar en sus redes sociales, los sigue teniendo muy presentes. Más allá del deporte, la retirada de una camiseta implica una relación de amor verdadero entre protagonista y aficionado, esa invisible cadena que hace del deporte lo más importante de lo menos importante. Y Pau Gasol, desde lo alto del legendario Staples, se ha convertido ya en un icono para la posteridad. Sus ejemplos no dejan de ser el motivo por el que miles y miles de personas en todo el mundo encienden el televisor o se dejan su sueldo en acudir a estadios o pabellones. Pau o Luque, el nombre da igual. Para la gente son, tan solo, uno más de los suyos.