JJOO | GIMNASIA ARTÍSTICA

Se rompió los dos pies y ahora es la gran historia de superación de España en los Juegos: "Hija, pero que no puedes estar en la cama"

La historia de Ana Pérez, gimnasta española que compite en barra de equilibrio, es una odisea tras perderse en 2021 la cita de Tokio.

Ana Pérez, tras clasificarse para los Juegos Olímpicos de París./INSTAGRAM/ANA PÉREZ
Ana Pérez, tras clasificarse para los Juegos Olímpicos de París. INSTAGRAM/ANA PÉREZ
José M. Amorós

José M. Amorós

La historia de Ana Pérez (Sevilla, 1997) es una de las más emocionantes del camino a los Juegos Olímpicos, sino la que más. Muchos deportistas llegan a París con la sensación del deber cumplido tras un largo camino de obstáculos, pero la presencia de esta sevillana se puede definir más como un milagro. Una dura lesión en sus dos pies la dejó fuera de Tokio, la encerró en una habitación y le hizo no querer ni siquiera hablar con nadie. Contra todo pronóstico médico y con un esfuerzo sobrehumano, que le hizo quitarse un trozo de carne de la cadera para completar su operación en el pie, Ana Pérez volvió a la gimnasia para volver a soñar en grande. Y ya está en la Villa Olímpica de París para competir en la dura, exigente y arriesgada barra de equilibrio con un pie asentado sobre unas placas metálicas.

Ana Pérez y la historia de superación que le ha llevado a París 2024.RELEVO/ÁLEX CORRAL

¿Cómo ha sido el regreso?

Fue un regreso emocionante. Y lleno de miedo. Llevaba, entre la pandemia y la lesión, tres años fuera de lo que es una competición en sí. Y, aunque esa competición no era algo importante, para mí el hecho de ponerme un maillot de competición y levantar la mano a los jueces ya suponía algo importante. Era superar todo lo que había pasado.

¿Qué pasaba por tu cabeza?

Recuerdo que cuando me bajé de las paralelas, lo primero que hice fue ponerme a llorar. Bueno, realmente terminé el ejercicio y reí porque me había salido. Porque una de mis dudas era si sería capaz de volver a competir bien después de tanto tiempo fuera de la competición. Y, cuando mi entrenadora me abrazó, recuerdo perfectamente sus palabras, "Ay, mi chica, que ha vuelto", en ese momento mi cabeza hizo un clic y me puse a llorar desconsoladamente. No podía parar.

¿Con qué palabra definirías por lo que has pasado?

Yo creo que utilizaría dos: superación y aprendizaje. Es lo que he sentido.

¿Qué te pasó?

En enero de 2021 me rompí los dos pies. Eso hizo que me perdiera Tokio y, a raíz de ahí, empecé un poco en una espiral de una lesión interminable. Nunca dábamos con lo que había. Cuando por fin dimos, me dijeron que era quirófano y que no me garantizaban que volviese a hacer gimnasia. Entonces decidí no operarme e intentar entrenar, tal y como estaba. Pero era un querer y no poder. Hasta que veo que me limita ya para mi vida como persona. Decido que soy joven, que voy a operar y, si no puedo seguir haciendo gimnasia, me dedico a otra cosa. Era totalmente consciente que la gimnasia es una etapa en mi vida. Tenía que elegir y elegí la Ana persona y no la Ana gimnasta... y me operé.

Entonces, bueno, empiezo la rehabilitación. Veo que la cosa va bien. Y me animo a intentar volver a hacer gimnasia sin intención de Juegos Olímpicos, ni Europeos, ni nada, nada, nada. Simplemente para quitarme esa espina que me había hecho retirarme por una lesión. A mí lo que más me dolía era que yo no era la que decidía cuándo me retiraba. Al final, una lesión estaba decidiendo por mí y yo creo que eso a los deportistas nos duele. No poder decidir tu momento de tu retirada, que sea algo bonito dentro de lo que es una retirada, que seas tú el que decidas cuándo poner punto y final a tu carrera y que sea una lesión, era lo que yo no quería porque al final han sido muchos años dedicados al deporte y sinceramente sentía que no lo merecía.

Es curioso, porque comunicaste tu situación varias semanas después de la operación.

Decidí no decir nada en el momento de la lesión. Cuando yo lo hice público, llevaba ya un mes en cama y yo estaba destrozada. Había pasado de tener una vida organizada, donde no paro, entreno, estudio, que voy y vengo a... no poder hacer nada por mí misma. Me vuelvo una persona totalmente dependiente. Fue muy, muy duro. No quería hablar con nadie, me dedicaba a dormir y ya. Dormía, comía, dormía, comía, dormía y comía. Mi madre estuvo ese mes conmigo en Madrid, en la residencia Blume, y ella intentaba animarme todo el rato. "Venga, vamos a salir a dar un paseo, que te dé el sol, que...". "No, mamá, vete tú, yo no quiero". "Hija, pero que no puedes estar en la cama". "Que no, que no quiero. Que te vayas tú si quieres". Al final se quedaba conmigo, lógicamente no me iba a dejar sola. Mi familia, que estaba en Sevilla, me llamaba constantemente para ver cómo estaba y demás, pero tampoco me apetecía hablar con nadie. Cogía el teléfono por respeto y a modo de agradecimiento porque se preocupaban por mí, pero para mí hablar con alguien me suponía un esfuerzo.

Aquella publicación en tu Instagram donde anunciabas tu situación comenzaba con un 'Mi corazón está roto'. ¿Cómo has vuelto a «coserlo» para ser capaz de volver a ser olímpica ocho años después?

Tengo claro que ha sido aprendizaje puro. Se ha recuperado con paciencia, con cariño y sobre todo, dándole tiempo. Antes había pecado de querer intentarlo cuando yo no había sanado realmente y era volver a chocarme contra un muro. En el momento que yo acepto que es lo que hay y empiezo a enfocarlo todo de manera diferente, con ayuda de mi psicóloga porque si no habría sido prácticamente imposible, la cosa empieza a fluir.

¿Cómo fuiste decidiendo tu vuelta?

Bueno, yo tuve tres intentos. Dos de volver y en el que volví. El primero fue en marzo del 2021, que ahí fue cuando empecé a caminar con la rehabilitación, las dos botas en los pies... Lo hice agarrándome a la idea de poder estar en los Juegos de Tokio, por si sonaba la flauta. Pero llego al mes de mayo y veo que la lista para los Juegos va a salir ya y yo aún no hago nada. Realmente, en el fondo sabía que eso era imposible. Llamé a mi familia y les dije que me iba a tomar un tiempo porque no me estaba haciendo bien a mí misma, a nivel psicológico sobre todo. En septiembre de ese año, intento retomar los entrenamientos. Ahí termino petando. Me entraba ansiedad el hecho de volver a la sala de entrenamientos y no podía estar. Y yo no quería terminar odiando el deporte que tanto amaba.

"En septiembre intento retomar los entrenamientos. Ahí termino petando, me entraba ansiedad..."

¿Qué generaba esa ansiedad? ¿Los miedos a recaer? ¿Dolores?

Me encuentro con una Ana que está llena de miedos, sobre todo, a volver a hacerse daño. Tengo que empezar a hacer cosas y era miedo por todo.

¿Cómo saliste de ahí?

Decido que se acabó, no podía seguir así porque mi pie no estaba bien. Tomo la decisión de pasar por quirófano y, si no podía volver, lo tenía que aceptar. Me opero en marzo del 2022 y me planteo volver a intentarlo en septiembre, pero con otra visión de la gimnasia. Quería enfocarlo con calma, sin prisas y sin objetivos grandes que me hicieran tirar la toalla.

Los médicos no creían...

No llegaron a decirme que no iba a volver a hacer gimnasia, pero sí que no me garantizaban que iba a volver a hacer gimnasia. Me decían que esta operación no la habían hecho nunca en gimnasia. "No sabemos qué va a pasar".

Recuerdo una conversación contigo solo unas horas de volver a competir en la liga nacional, tu primera prueba. Te dije «¿te imaginas que esta historia tiene un final tan feliz que vas a los Juegos Olímpicos?». Y tú, casi a cachondeo, me respondista «Buah, ¿te imaginas?». Pues aquí estás.

Me acuerdo que cuando yo volví en septiembre del 22, como a la semana, dos semanas de empezar a entrenar, yo tuve revisión con mi doctor para ver que todo estaba en orden y demás. Y yo me acuerdo que estando en la sala de entrenamiento, estaba en la sala de espera, hablaba con mi fisio y yo le decía ¡guau!, ¿te imaginas que vuelvo a competir en un Europeo, en un Mundial? Y al final, sin darme cuenta, o sea, es que lo he conseguido.

¿Quizás ha sido estar en París lo que te ha puesto un objetivo para salir del pozo y volver a lo más grande?

Más que objetivo, ha sido ilusión. Como he dicho, no quería objetivos que me llevaran a tirar la toalla. Era como esa ilusión de "a ver si consigo ir a los Juegos", "a ver si consigo ir a un Mundial"... pero nunca nombrándolo como una meta, sino poco a poco, paso a paso.

"Parece que todo es emoción, alegría e ilusión, pero al volver a los entrenos mi cabeza volvió cuatro años atrás"

Ana Pérez

Vuelves a competir y te plantas en un Mundial clasificatorio para los Juegos con el equipo nacional. ¿Cómo fue tu gran día? Querías clasificar al equipo completo, pero terminaste con una plaza individual en barra de equilibrio que sabría a oro.

Fue un día duro porque veníamos de una preparación muy exigente, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Estaba bastante nerviosa y mi cabeza intentaba no pensarlo. Había hecho competiciones durante la temporada, pero allí no me jugaba una plaza olímpica. Entonces, yo salía de pista un poco a ver qué pasa y a ver qué hago. No tenía ni idea, sinceramente. Y, de hecho, de la tensión que tenía, cuando terminaba cada ejercicio que me iba saliendo, se me saltaban las lágrimas. Necesitaba descargar por algún lado. Terminamos la competición y no conseguimos la clasificación por equipos, que eso fue para mí un palo muy duro. Ese era el objetivo que buscábamos, pero me quedo con ese sabor dulce por mi parte. Al menos, tenía mi premio por el que había trabajado, por todo lo que había pasado... todo se veía recompensado y ya tenía mi plaza.

Habías pasado de estar en lo más bajo a volver donde quiere estar todo deportista.

No me lo creía, sinceramente. Las dos primeras semanas, la gente me preguntaba y yo solo podía decir que "sí, es increíble pero voy a ir". Parece que todo es emoción, alegría e ilusión, pero a la hora de volver a los entrenos, de repente mi cabeza volvió a cuatro años atrás. Mi cabeza empezó a pensar "Ahora, cuidado". Tenía pánico a una lesión, pánico a volver a quedarme fuera por lesión. De hecho, a la vuelta del Mundial me rompí una costilla y fue como volver a revivirlo todo. Por un lado tenía ilusión pura y por el otro me lleva un poco al trauma de hace cuatro años.

Tus pies siguen llenos de hierros que se notan al tacto. Casi es imposible de olvidar...

Por suerte, no me suelo acordar mucho de los pies a la hora de entrenar. Sinceramente, como que ya he pasado página, he decidido que todo se quede en un aprendizaje. No tengo que seguir sufriendo por algo que ya pasó, que he superado. Intento quitarme también ese pensamiento del miedo a la lesión, porque si vas pensando en eso, al final quitas el foco de lo que tienes que hacer y es cuando realmente te puedes hacer daño.

Y encima llegas al Europeo previo a los Juegos y te metes en la final continental de la prueba donde vas a competir en París.

Estoy muy ilusionada. El resultado en el Europeo ha sido increíble. Había soñado muchísimas veces con tener la posibilidad de meterme en una final de un Europeo y lo he conseguido. Parece mentira pero, después de todo, ahora estoy en mi mejor versión. Me daba por perdida.

Quizás las cosas pasan por algo. Es para creer en el karma.

Es que si yo no me llego a lesionar antes de Tokio, yo decía que después de Tokio me retiraba. Esto es real. Hablaba con mi entrenadora y le decía que me iba. Tenía un nivel de saturación que ya se había vuelto un poco tóxico. Yo necesitaba sanar mi relación con la gimnasia y volver renovada. Gracias a la lesión, soy una mejor versión de lo que era antes.