Los vecinos que se niegan a dejar su casa en el Masters de Augusta
Los Thacker continúan viviendo junto al icónico campo de golf pese a recibir ofertas millonarias para vender su propiedad.

Hay familias que eligen vivir tranquilas en un barrio o lugar poco concurrido. Son esas que valoran más el sonido de los pájaros al amanecer que el de miles de vehículos alrededor, aunque eso conlleve tener menos comodidades que el resto. No les importa, porque les compensa no tener el alboroto habitual de las ciudades junto a su casa. Eso mismo llevan pensando los Thacker desde hace más de 60 años, con su hogar situado en el icónico campo del Masters de Augusta, un lugar del que se niegan a salir.
Herman y Elizabeth construyeron su casa en 1959. El emplazamiento, en Georgia, no podía ser más especial: vivían a escasos metros de la sede de uno de los torneos más importantes del panorama deportivo mundial. Veinticinco años antes, Clifford Roberts y Bobby Jones aprovecharon un extenso vivero para construir Augusta National, un campo que se ha convertido en un recinto legendario y que esta semana vuelve a acoger la cita golfística más importante del planeta.
Él era un apasionado del golf y, tal y como confirmó en múltiples entrevistas, vivir en Augusta tenía un significado especial. Junto a su casa, a lo largo del siglo XX hubo muchas más, decenas de familias vivían junto al campo, hasta que el propio torneo decidió comenzar a engullirlas. Según The Wall Street Journal, en las últimas dos décadas, The Masters ha invertido 200 millones de dólares en comprar un centenar de propiedades que han permitido duplicar sus instalaciones. Pero entre todas ellas no estaba la suya.
En el punto en el que todavía residen los Thacker concretamente gastaron 40 millones para adquirir las viviendas allí situadas, demolerlas y construir un aparcamiento gigantesco junto a una de las entradas al campo. La familia se ha resistido pese a que todos los años lleguen miles de vehículos a las puertas de su hogar en el mes de abril. "El dinero no lo es todo", reconocía Herman a NJ.com en 2016. Tres años después fallecía, pero no su deseo, pues su esposa Elizabeth continúa viviendo allí.

A lo largo de los últimos años han contado en varias ocasiones las ofertas que han recibido por su casa, alguna de ellas superando ampliamente el millón de dólares, una cantidad que no les ha alterado. Allí han criado a sus cinco hijos y, tiempo después, acogieron a sus nietos y bisnietos. "Cada cierto tiempo viene un representante de Augusta National para hacernos saber que siguen interesados en nuestra parcela y siempre les decimos lo mismo, que nosotros no lo estamos", apuntó el matrimonio a NJ.com.
Un nieto golfista moldeado en Augusta
Durante infinidad de años y durante la semana en la que se disputa el torneo, Herman seguía la misma rutina. Se levantaba temprano, cogía una silla, caminaba hasta uno de los hoyos de Augusta National, la dejaba allí, regresaba para desayunar junto a su familia y se encaminaba de nuevo hacia el campo junto a uno de sus nietos, Scott Brown. Aquello debió calar muy dentro en el joven, que tiempo después se convirtió en golfista profesional, aunque nunca ha podido jugar a pocos metros del hogar familiar pese a sí disputar otros Major.
El matrimonio reconoció en su momento que pensaban que en el futuro los organizadores del torneo acabarían comprando la casa, pero que ese instante no sería mientras ellos viviesen allí. Años atrás vendieron otras propiedades que tenían cerca, pero no su modesta casa, uno de los hogares más tranquilos de Georgia durante 51 semanas al año.